Noviembre 22, 2022
Hace dos semanas dicté una clase de Justicia Restaurativa en la facultad de Derecho de la Universidad Javeriana de Cali.
Uno de los grandes retos que tengo cuando enseño es cotidianizar la Justicia Restaurativa y bajarla de la teoría a la práctica. Para eso, muestro algunos videos de personas que hablan del daño que han sufrido y de los daños que han causado, dentro del proceso de Paz y la justicia transicional.
En el contexto de Colombia, no son daños menores. Los ejemplos que utilicé en esa clase fueron dentro del marco de los mal llamados, Falsos Positivos o Asesinatos y Desapariciones Forzadas presentadas como bajas en combate por agentes del Estado.
En el momento en que los estudiantes voltearon sus sillas para ver la pantalla, lo que yo me quedé viendo fueron las espaldas de estos jóvenes que no tienen ni 21 años, viendo los testimonios de los videos.
Mi corazón se rompió.
Pensaba en la crudeza del material que había traído a la clase y cómo había asumido que estarían listos para recibirlo, simplemente por ser Colombianos. Por el hecho de que habían nacido y crecido en este país en medio de tanto trauma y violencia, estos videos serían sólo un testimonio más, cargado del tinte de su cotidianidad que ya bien conocen.
Cuando terminaron los videos y retomamos el círculo les pedí perdón por el país que le estábamos “entregando” y por ponerles la gran presión de decirles “ustedes son el futuro del país.”
Puede que lo sean, pero nosotros los adultos somos el presente. Y es sólo desde el presente que la transformación y la posibilidad de sanar es posible.
Foto: Luis Villasmil
Este es uno de los videos que vimos en la clase de Justicia Restaurativa. Son 20 minutos, pero son los 20 minutos mejor invertidos de la vida.
Espero que, como a los estudiantes, se te muevan fibras profundas y también termines sintiéndote esperanzado.
Lo puedes ver aquí.