Te invito a que leas toda mi Bio, pero si prefieres un resumen, aquí va:
Cuando me preguntan qué hago, recuerdo la historia que cuenta Milton Erickson en su libro Mi voz irá contigo sobre un caballo que llegó a su casa un día de repente. Al no tener ninguna clara marca de identificación decidió montarlo. Después de andar unos kilómetros llegó a una casa y al ver el caballo sus dueños emocionados dijeron “¿cómo supiste que era nuestro?” Erickson respondió “yo no lo sabía, él lo sabía,” refiriéndose al caballo y agregó: “yo solo me aseguré de que se mantuviera en el camino.”
Entiendo que el dolor, lo que hay, lo que es, lo que preferimos ignorar y esos espacios que no queremos visitar, son la prima materia de la alquimia del alma. Quise ser una alquimista del alma. No encuentro otra palabra para describir lo que hago: acompañar a las personas en el proceso de destilar los misterios del alma en el que el cambio ocurre, pero no de acuerdo a un plan específico de una intervención. Se trata de decirle sí a la exploración y no a la estigmatización de la patología que busca diagnósticos y soluciones. La vida, lo cotidiano, las contradicciones, las desilusiones y los sueños son los recursos que alimentan el proceso.
Desde mi capacidad de sostener la liviandad y la profundad, la luz y la oscuridad, el espíritu y el alma, vibro acompañando y guiando a las personas a armar nuevamente su rompecabezas, a identificar los espacios vacíos, a explorar sus sueños, a entender cómo están contando su historia, a construir un nuevo sistema de creencias que sostenga su existencia y les permita encontrar sentido a lo que son y su rol en el mundo. Un mundo que pide a gritos que salgamos de nuestra zona de confort, de la pasividad y que asumamos que al ser únicos e irrepetibles nuestra existencia hace una diferencia. Retomando a Erickson, acompaño a mantener el caballo en el camino para que regrese a su punto de partida