Julio 24, 2024
Creo que las «eminencias», esos expertos a los que no se les cuestiona, no se les refuta y a quienes les dejamos pocas opciones de equivocarse o de cambiar de opinión, son de los mismos creadores de “el sistema no me deja” en los call centers y “así siempre se ha hecho”. Y me pregunto si es por miedo o por comodidad, que estos personajes se solidifican en su estatus como la última palabra.
Así, en un mundo lleno de expertos, “vacas sagradas” y eminencias nuestra sabiduría interna tiende a ser ignorada y minimizada, no solo por los demás sino por nosotros mismos que en muchas ocasiones somos nuestros peores enemigos y los mayores saboteadores de esa vocecita que nos muestra y nos advierte, pero a quien el peso de lo que dice la experiencia y la experticia la aplasta.
¡Ay! pobre de aquel que intente cuestionar u ofrecer una alternativa. A ese le caen reproches y miradas de “tu no sabes”, nuevamente, no sé si es por miedo o por comodidad pues la exploración, la búsqueda y el ejercicio de no matar las preguntas con respuestas puede llegar a ser incómodo al adentrarse en un terreno desconocido, por no tener una hoja de ruta. Quizás porque como dice el viejo refrán “mejor malo conocido que bueno por conocer” y mejor no alborotar el avispero.
Y pobre de mí hace unas semanas que me dio por meterme con el avispero, sí, me atreví a cuestionar un tratamiento que está recibiendo una persona a quien quiero mucho y que está con alguien que es considerada una gran eminencia en temas de salud mental. No solo me pararon en seco sino que además cerraron la posibilidad por siempre de opinar, sugerir y preguntar.
“Si lo dice la eminencia, así es” y cualquier atisbo de sugerir lo contrario es condenado y censurado.
Desde entonces he estado masticando el hueso de la impotencia y siento que: lo que no se cuestiona, lo que da pena contradecir, lo que no se actualiza y lo normalizado corroe y obstaculiza la transformación. Con esto no solo me refiero a la experticia personificada, también a todo aquello dentro de nosotros que no cuestionamos, no actualizamos, no contradecimos y que hemos normalizado. Esos comportamientos, reacciones, respuestas que protegemos detrás del “así soy y el que me quiera que me quiera por como soy” o para meterle un poco de humor “si saben como me pongo, ¿para qué me invitan?”.
Hago un llamado a los que se consideran “expertos” en algún tema y a esas partes de nosotros que se sienten poseedoras de la única verdad a considerar, así sea remotamente, que de pronto no nos la sabemos todas.
¿Que sientes que se podría actualizar en tí hoy?
Foto: national cancer institute (nci)
Este proyecto comunitario en Barichara que rompe con todos los esquemas y los «así se ha hecho siempre», es, no solo inspirador sino también esperanzador. Así que si pasas por Barichara, vale la pena que entres, compres la deliciosa granola que hace Margarita y que te cuenten en qué consiste esta colaboración comunitaria tan bonita.
Si es en relación que nos hacemos daño, pues es en relación que sanamos.
Instagram: @casacomunbarichara