Observo una obsesión colectiva por estar al día con las noticias y, aunque no hacerlo puede parecer un intento disociativo, he descubierto con el tiempo que es, por lo menos para mí, la única manera de mantenerme conectada y no disociada.

El mundo me necesita conectada, no informada.

¿Conectada con qué? Con la tierra, con mi propio ritmo, con la esperanza, con el amor.

¿Para qué? Para entregar mi medicina.

¿Cuál medicina? La palabra, la escucha profunda y el humor.

Cuando me informo, lo hago a través del lente ya traumatizado y sesgado del que narra un evento o una noticia en su diario vivir. Escucho su intento de hacer sentido del sinsentido arrebatado por el miedo e impregnado del aferro por tener la única verdad.  

Para mi hiper-sensitivo sistema interno, entrar en el caos externo se convierte en una experiencia similar a la de tomar agua directo de una manguera de bomberos. La vida rápidamente se convierte en un abrume insostenible. Necesito dosificar la vida, el estímulo y el sentir.

Honrando la pregunta que hace Francis Weller en su libro The Wild Edge of Sorrow ¿cuál es el voto que está esperando tu alma que hagas?, me hago esta promesa: mantenerme desinformada para mantenerme conectada. Por paradójico que suene, soy mucho más útil en este mundo si ocupo el lugar que me corresponde desde la conexión. 

 Ahora te pregunto:

¿Cuál es tu medicina? (la naturaleza solo produce originales)

¿Con qué te debes mantener conectado(a) para compartir tu medicina?

¿Cuál es el voto que está esperando tu alma que hagas?

Te abrazo, 

Ana

Foto: davide ragusa