Abril 4, 2024

EL COSTO ES DEMASIADO ALTO

Voy a hablar del extremo totalmente contrario al mío concluyendo anticipadamente que ambos extremos son re-pailas.

Yo estoy en el extremo de no haber cumplido con varios puntos del “checklist” impuestos por la sociedad occidental de lo que significa armonía, responsabilidad, madurez y éxito. No me casé, nunca quise tener hijos, a los 36 años decidí estudiar algo nuevo para volver a “lanzar los dados” de la vida, viajo con poco equipaje y estoy haciendo todo lo posible para no tener que hacer algo que no disfruto, solo porque me da estabilidad económica. 

Me “miro el ombligo” como si fuera un hobby, es decir, estoy en constante autoobservación, autoexploración y siempre siento que se puede indagar un poco más, escarbar un metro más en el reino del alma y cuestionar hasta el infinito y más allá. 

Estoy obsesionada por el espectro enterito de lo que significa ser humano con toda su belleza y milagros, pero sin ignorar su contradicción y complejidad; que se caiga lo que se tenga que caer y que se arme el caos para que surja todo lo que tiene que ser visto y honrado.

La otra punta del espectro es la persona que cumplió con todos los “deberías”, que está obsesionada con la estética de la vida, su belleza y con hacer todo lo posible por mantener el “orden” ya establecido al costo que sea. 

Repito, al costo que sea. Y es que si algo he observado en mi transitar por esta vida es que el costo es altísimo. 

Por ejemplo, el costo de no atender al bullying que le hacen a los hijos porque aceptarlo causaría un dolor muy fuerte o porque que “oso” que al hijo de uno sea al que se la montan. O el costo de mirar en otra dirección cuando mi pareja me es infiel, cuando me aburre, o cuando lo único que tenemos en común es vivir en la misma casa porque divorciarme significa salir del estatus quo o porque no quiero renunciar a la estabilidad que da esa unión. 

Es en últimas el costo de ignorar, el costo de hacer “como si no fuera conmigo”, el costo de no mirar lo que debe ser visto por miedo al caos, a la perturbación del sistema y a la resignificación de la vida

Como dije, ambas puntas del espectro son problemáticas. La punta que yo habito navega con demasiada facilidad, con una facilidad casi que adictiva al caos y al cuestionamiento sin poder hacerse los de las gafas ante situaciones que no pasa nada si lo hacemos. Mientras que la otra carga el costo de mantener una “paz falsa” que está colgada de un hilito y que cuyo costo creo que es la felicidad. 

Yo quisiera acercarme un poco hacia el centro para poder recuperar capacidad de gozo radical sin tener que cargar el peso del mundo en mis hombros. 

¿Y tú? ¿En qué lugar del espectro estás y en qué dirección te gustaría moverte? 

Foto: Ashley Batz

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