Febrero 28, 2025
Hace unos días iba en un taxi rumbo al aeropuerto y me puse hablar con el conductor después de que él colgara una llamada que le había hecho su “amor” – eso decía en la pantalla. Hablamos de todo y de nada, pero, sobre todo de todo, porque eso es lo que me está pasando últimamente.
Sin ir más lejos, el día anterior la señora que me ayudó a poner gasolina me contó que su hermano estaba hospitalizado y que eso la tenía preocupada. Luego, en el viaje hacia el aeropuerto el taxista me contó de su “año del piojo.”
Supongo que al ser terapeuta uno tiene una especie de letrero invisible que dice “cuénteme su rollo que yo lo escucho”.
En fin, a donde quiero llegar con esta reflexión es al “año del piojo”. Así se refería el taxista a su 2013, el año en el que sintió que su mundo colapsó. Estaba en el hospital con su esposa que estaba dando a luz a su segundo hijo, no tenía trabajo, solo tenía deudas y ya las personas le habían dejado de prestar dinero. Me contó con la voz cuarteada cómo en ese momento la esperanza era inexistente y entonces era incapaz de ver una solución.
Saliendo del hospital se encontró con un señor que había sido su jefe unos años antes. Al contarle que andaba desempleado el señor le dijo “esta noche pase por mi oficina y recoja las llaves del taxi para que lo maneje”. Él muy agradecido siguió las instrucciones, recogió el taxi y a pocas cuadras se estrelló y el carro quedó en pérdida total. Me contó que tenía tanto miedo de ir a poner la cara que le pidió a su esposa y a su mamá que lo acompañaran a hacerlo. (Yo sonreí llenita de ternura imaginando la escena).
El jefe le preguntó con absoluta curiosidad qué le estaba pasando y al escucharlo abrió un cajón. Mi amigo el taxista, el compañero de “amor”, pensó que su jefe iba a sacar una pistola. Para su sorpresa, el señor sacó fue un fajo de billetes, le dio 5 millones de pesos y le dijo “pague todas sus deudas, haga mercado, compre lo que necesita para su hijo recién nacido y nos vemos la próxima semana para que vuelva a trabajar”.
En este punto de la historia yo ya estaba de ojo aguado y él, sin ser terapeuta, fue al que le tocó consolarme y decirme “tranquila veci que ya todo está bien”.
Como ya te podrás imaginar, quedé con varias reflexiones.
La primera es que me encanta ese nombre para llamarle a los tiempos, años, épocas que se sienten bien pecuecos y tan difíciles de transitar: ¡el año del piojo!
Segundo, que todos tenemos la oportunidad todos los días de ser ese angelito para alguien más. Una sonrisa, una palabra amable, una actitud paciente puedes ser ese alivio, ese oxígeno que la otra persona necesita para volverse a parar en sus dos pies.
Por último, esta historia me restaura la confianza en nuestra resiliencia innata y en que el Universo, Dios, eso más grande que nosotros (lo que sea en lo que creas) nos sostiene, SIEMPRE.
Te abrazo y te agradezco por leerme,
Ana
Foto: James Handley
La serie en Netflix Envidiosa. Me ha parecido brutal y me río un montón viendo las sesiones que la protagonista tiene con su terapeuta.
Espero que la disfrutes tanto como yo 🙂